Nochevieja. Recuerdo de una confesión en la soledad del coche. De madrugada. A media voz. Entre beso y beso. Una casa rural. Una botella de champán. Una chimenea. Dos personas dejándose llevar para recibir el nuevo año. Otra vez será. Y en otra compañía, claro. Tú perdido en un lugar y yo en otro. Quizá coincidamos en el año. Lo mismo hasta en la zona. Prometo que te lo contaré, porque tú me diste la idea. Pero obviaré hacer comparaciones, o entrar en detalles. No procede. De momento, despedimos década en la tierra sagrada. Noche para quemar. Para volver a ver amanecer. Regreso al grupo, tras entrar en la batalla de la búsqueda del baño. Y alguien me para. Están de campaña. Lo regalan… Comienza un destierro en el que me veo entre cervezas y bocatas. Esto sí que es un desayuno de fin de farra. Hoy tenemos un invitado peculiar. Habla mucho. Y bebe más. Otro botellín, niño. Podemos empalmar con el aperitivo. Lo estoy viendo. Llamas mi atención. Mientras los otros 3 están inmersos en una historieta de caballos y marismas. Te abres la chaqueta y sacas algo del bolsillo interior. Sonríes juguetón. Te miro con más ironía que complicidad. Ten cuidado, chato, que lo mismo te caduca sin usar. Apuro el refresco y anuncio mi retirada. Bromitas las justas. Me reclamas. Llévame anda, que estos tienen para largo. Acepto, claro. Soy de resistencia liviana. Lo sabes. No hemos llegado a la esquina y ya nos hemos parado tres veces. Al final, los otros van a salir del bar y nos van a encontrar aquí. Dices que te da igual. Flipo. En el coche sigues el juego. Estás vacilón. Frena justo enfrente del bar, en el lado que están estos junto al cristal, y da un bocinazo. Y bésame despacito. No doy crédito. Te miro y estás serio. No es guasa. Y como siempre tengo ganas de perderme en tu boca, cumplo la orden. Vuelvo a la provocación de la chaqueta. La fecha de caducidad. Te ríes y me sigues el roneo, pero no acabas de caer. Final inacabado. Como siempre. Pero hoy lo entiendo aún menos…
Suena Danza Kuduro. Y encuentro a mis amigos. Alzó la copa. Venga, chavales. Por 2011. ¿Otra vez? ¡Cuánta imaginación! No, no. Porque acabemos aquello que dejamos a medias en el año que acaba. Vamos, por rematar las faenas, que diría un taurino. Por eso mismo.