07 octubre 2010

Eso es

Cuando mi mente volvió a la realidad, intenté recordar cómo había acabado pensando en aquello. Suele ser al revés: primero un motivo, luego un exilio. Pero esta vez fue distinto ya que mi mente viajo a otro sitio y momento sin que yo supiera exactamente el motivo. Por eso tuve que pensar después en las razones de aquello. Quizás fuese la balada aflamencada que sonaba de fondo. No era la de aquella noche, pero el ritmo se asemejaba. Podían ser aquellos escalones que dividían el garito, como ocurría también en el plató de mi recuerdo. Yo un peldaño por encima, disfrutando de la noche a tu espalda. Me fijé también en aquella conocida y mil veces vivida, mezcla de golfos con americana y niñas monas ávidas de cariño monetario. No me acababa de convencer ninguna, aunque las tres podían haber dado alas a mi mente. Dos palabras rompieron mis cavilaciones: “Eso es”. Se hablaba, en esta ocasión, de toros. No podía ser de otra manera. Por las fechas, el lugar y la compañía. Alguien reafirmaba la idea de otro tertuliano con esa breve frase que supe al instante que ya se había pronunciado antes. Y también sabía, ahora, que ese había sido el detonante para irme por un momento de allí. La música, las escaleras, el ambiente y, sobre todo, un “eso es” cazado al vuelo. Un póker perfecto para trasladarme al foro, para variar. Noche perdida de  otro fin de semana sin principio conocido ni final anunciado. Martes, jueves, viernes, sábado… ¿quién sabe?. Un templo de perdición, pero no el de siempre, pues hicisteis de cicerones en la noche madrileña. Buena zona. Coches de lujo. Caras conocidas. Dinero por castigo. Y tú y yo con el día tonto. Susceptibilidad a flor de piel frente a golfería como traje de noche. Mala combinación. Opto por el pasotismo y la indiferencia, porque tampoco tengo, no lo quiero, derecho a pedir ni media explicación. Tú a lo tuyo, o a las tuyas: casi sirve cualquiera para un piropo, una sonrisa o una mirada. Pero siempre acabas roneando hacia el escalón de arriba. Te acercas. Mantienes la mirada desafiante, pero soy yo quién pasa de este reto. Te creces con la indiferencia y me acaricias la mano. De la indolencia al cabreo hay un paso que me planteo si dar. Cruzo una mirada con la niña y noto, telepatía por supuesto, que se esta descojonando en su interior con la situación que ha captado a la primera. Suena una balada. La misma que ahora cambio cuando aparece en el disco de mi coche. Te acercas aún más. Sigo a mi rollo sin darle importancia a lo que haces. Me miras inquisitivo. Dejas caer la cabeza hasta casi rozarme… Y cae mi resistencia. Sacó medio pie del escalón. Siento tu cuerpo muy pegado al mío. Mi boca ronda peligrosamente tu mejilla. Me vuelvo a perder en ese olor que aún no he conseguido olvidar. Me coges las manos y las dejas en tu cintura. Pones las tuyas encima con una suave caricia. Giras la cabeza, acercas tu boca creo que demasiado como para mantener el control sobre las ganas de dejarse llevar, y susurras con una sonrisa un “eso es” que se me clava en el alma.